Archivado en febrero 17, 2023
Quienes hemos tenido la gran fortuna de recorrer diferentes países, nos ha tocado ver puentes con las barandillas llenas, ventanas en las plazas o rejas saturadas de candados con el nombre de dos enamorados… de candados que se convierten en testigos de una relación.
Del simbolismo del amor a un atentado al entorno, los candados que se amontonan en el Pont des Arts en París, Francia, hicieron que parte de su baranda en el 2014 cayera (por suerte nadie paró en el hospital). Desde hace años, colocar un candado en este lugar y arrojar la llave al río Sena se convirtió en una tradición turística. Esta moda de los «candados del amor» existe también en otras ciudades europeas, tales como Venecia, Roma, Ámsterdam o Sevilla y en todas se han manifestado quejas de los vecinos ante las autoridades pues lo consideran tal cual, un «atentado» al patrimonio arquitectónico.
Este polémico tema se puede analizar por dos caminos. El primero sería por el uso innecesario de los candados y las llaves lanzadas a los ríos, formando parte de un tema ecológico que afecta al ambiente. En Venecia por ejemplo, crearon una campaña para colocar tarjetas en los puentes y bajo el eslogan «unlock your love» («desbloquea tu amor»), recuerdan a los visitantes que «poner candados en los puentes venecianos es un acto de vandalismo y el amor no necesita cadenas, Venecia no necesita tu basura», así de directos, como disparos para los románticos que quieren dejar huella de su amor en estos lugares.
El segundo punto, nos lleva al terreno de las emociones, donde parece difícil encontrar un símbolo de amor en un candado y con ese objeto expresar el enamoramiento… no es un corazón que late, no es algo vivo, no es una flor, es algo frío, duro y mecánico que no permite la libertad del cambio o del replanteamiento. Es en definitiva, una cadena. Y aunque sea una cadena voluntaria, no por ello es menos cadena. Su simbolismo es realmente desafortunado, considerando incluso que en la misma línea, se podría optar por un par de esposas o un cinturón de castidad, herramienta medieval para el control de la sexualidad femenina que también se destacaba por sus cerraduras y candados.
Con toda seguridad, tanto el candado como la cerradura provista de su llave, son la representación de posesión y control. No se trata del compromiso y el deseo entre sujetos libres, sino de asegurar el «poseerse», ser parte de una propiedad privada y este es uno de los factores psicológicos presente en el fondo de muchas relaciones de pareja, de muchas rupturas traumáticas y de mucha violencia. Cuando se atenta contra la propiedad, la agresión está justificada: “la maté porque era mía” o «si él no está conmigo, no puede estar con alguien más».
Algunas modas pueden instaurarse y replicarse de modo peligrosamente irreflexivo. Determinadas formas de romanticismo «comercial» basadas en apropiarse del otro como un objeto o en la glorificación del macho violento y agresivo no son solo un riesgo para la estructura de los puentes, son basura emocional que pone muy difícil despojarse de falsedades, sería más sano prevenir acciones que impliquen someter o romantizar los hechos que fomentan la propiedad o aseguramiento físico y emocional de las personas.
Por esto! y propósito del mes del amor, hagamos un despojo de lo comercial que resulta, valdría la pena alejarnos de los convencionalismos y expresar, así sin más, los sentimientos, un candado no puede asegurar el amor eterno, un acto de amor es justo tener la posibilidad de elección y un compromiso personal por crecer y construir una relación libre… donde decidamos por convicción estar juntos y compartirnos… que mejor símbolo del amor, que el amor mismo.